Cuando uno no respeta la propiedad de las cosas, sus propias posesiones y propiedades están en peligro.
Una persona que, por una u otra razón, ha sido incapaz de acumular posesiones honestamente, puede pretender que de cualquier modo nadie posee nada. ¡Pero no trates de robarle sus zapatos!
Un ladrón siembra el entorno de misterios: ¿qué pasó con esto?, ¿qué pasó con aquello? Un ladrón causa dificultades que exceden con mucho el valor de las cosas robadas.
Enfrentados con la publicidad de bienes deseables, torturados por la incapacidad de hacer cualquier cosa lo suficientemente valiosa como para adquirir posesiones, o simplemente llevados por un impulso, aquellos que roban se imaginan que están adquiriendo algo valioso a bajo coste. Pero ese es el problema: el coste. El verdadero precio para el ladrón es increíblemente alto. Los grandes bandidos de la historia pagaron por su botín pasando sus vidas en escondites miserables y prisiones, con sólo contados momentos de “buena vida”. Ninguna cantidad de bienes robados compensaría tan horrible destino.
Los bienes robados disminuyen de valor enormemente; tienen que estar escondidos; son siempre una amenaza para la libertad en sí.
Incluso en los estados comunistas, al ladrón se le envía a prisión.
Robar cosas es realmente una admisión de que uno no es suficientemente capaz de prosperar con honestidad. O que uno tiene una vena de demencia. Pregunta a un ladrón de cuál de las dos se trata: es la una o la otra.
No se puede viajar
por el sendero a la felicidad
con cosas robadas.