Desde el punto de vista de un niño, los padres son a veces difíciles de entender.
Hay diferencias entre generaciones. Pero verdaderamente, esto no es una barrera. Cuando uno es débil, es una tentación acogerse a subterfugios
y mentiras; esto es lo que crea la barrera.
Los niños pueden reconciliar sus diferencias con sus padres. Antes de que empiecen los gritos, uno puede, por lo menos, tratar de hablar
calmadamente al respecto. Si el niño es franco y honesto, esto no puede sino ser una solicitud que será escuchada. Con frecuencia, es posible
alcanzar un compromiso2 en que ahora ambas partes entiendan y puedan ponerse de acuerdo. No siempre es fácil llevarse bien con los
demás, pero hay que intentarlo.
Uno no puede pasar por alto el hecho de que casi siempre, los padres actúan por un deseo muy grande de hacer lo que ellos creen que es lo mejor
para el niño.
Los niños están en deuda con sus padres por haberlos criado, si los padres lo hicieron. Aunque algunos padres son tan tremendamente
independientes que no aceptarán nada a cambio de esta obligación, no es menos cierto que con frecuencia llega el momento en que le
corresponde a la generación más joven cuidar de sus padres.
A pesar de todo, hay que recordar que son los únicos padres que uno tiene. Y como tales, pase lo que pase, uno debe honrarlos y ayudarlos.
El camino a la felicidad incluye
estar en buenas relaciones con nuestros padres
o con aquellos que nos criaron.
1. honrar: mostrar respeto por algo o alguien; tratar con deferencia y cortesía.
2. compromiso: ajuste de diferencias en el que cada parte cede en algún punto, mientras mantiene otros, alcanzándose de esta manera un mutuo acuerdo.